Al matar, unos asesinos se sienten fuera de sí mismos, otros
sienten que tienen gran poder y control, algunos experimentan sádico placer y
hay quienes muestran fría indiferencia. Entretanto, tras asesinar, unos sufren
culpa y pesar, como D. Andrew Nielsen que afirmaba sentir que se mataba a sí
mismo; en tanto que por ejemplo, Chikatilo, afirmó que sentía “paz mental”
después de asesinar…
En este artículo intentaremos responder a las preguntas de
qué sienten los asesinos mientras matan y después de haber matado. No
recurriremos a teorías y explicaciones generales, sino que expondremos lo que
los propios asesinos han dicho: esto es, las respuestas que ellos mismos han
dado a esas interrogantes. Por ello, hemos tomado ejemplos representativos en
cada tipo de respuesta, ya que lo experimentado al matar o después de matar,
depende de la constitución psicológica particular de cada asesino; pero, como
bien sabemos, es posible organizarlos en tipos.
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Los que se sentían poderosos
David_Parker_rayEste asesino solo mataba para conservar el
control. Fue un verdadero sádico sexual que secuestró a varias mujeres, las
esclavizó sexualmente, las sometió a múltiples torturas, y mató a las que se le
volvieron más problemáticas por su desobediencia. Por eso, se deduce de sus
declaraciones que al asesinar experimentaba frustración y disgusto en tanto que
perdía un objeto de placer (la esclava), pero a la vez sentía reafirmado su
sentimiento de poder, su rol de controlador. Citamos ahora la transcripción de
un perverso audio que él mismo emitió para sus esclavas: ‹‹Aquí, usted es una
esclava y la disciplina es muy estricta. Se les dará un conjunto de reglas, las
cosas que puede y no puede hacer, y usted aprenderá a cumplir porque cada vez
viole una regla, será castigada. Puede sonar duro y frío, pero si usted nos da
demasiados problemas, o si usted representa algún tipo de amenaza para
nosotros, no voy a tener ningún reparo en absoluto acerca de rebanarle la
garganta. Como he dicho antes, no me gusta matar a las chicas que traemos aquí,
pero de vez en cuando las cosas suceden. ¿Qué puedo decir? Yo realmente odio
tener que tirar ese lindo cuerpo afuera (…). No estoy tratando de asustarla.
Ésta es simplemente la forma en que las cosas funcionan.››
gary-ridgway-collageGary Ridgway odiaba a las prostitutas,
las consideraba “basura” y en consecuencia quería erradicarlas. De ese modo,
cuando él mataba sentía que las tenía bajo control, que el ejercitar su poder
para erradicarlas era manifestar el control que tenía sobre ellas. Dijo así,
refiriéndose a la prostituta en forma genérica: “Yo tuve control sobre ella
cuando la mataba, y yo tuve control sobre ella mientras estaba todavía en
posesión mía” (se refiere al cadáver en lo segundo, y aquí hay que tener en
cuenta que practicó la necrofilia). Además de lo citado, también Gary pareció
referirse a lo que se sentía matar como algo desconcertante, aunque lo expresó
de forma vaga, con la siguiente frase: “Siempre me pregunté cómo sería matar a
alguien, y mira tú lo que era”
harold-shipman-clasicoEste famoso ángel de la muerte
manifestó, desde pequeño (en gran parte a causa de ser hijo único y de la forma
en que fue educado), un sentimiento de superioridad, que profundizó grandemente
en su trayectoria como asesino, buscando en ello una especie de compensación
psicológica a la falta de poder que tuvo para evitar la muerte de su propia
madre cuando aún era joven. Dijo por ello en la corte: “Yo puedo curar o puedo
matar. Soy un médico y en mis manos está el poder de la vida y la muerte. No
soy un instrumento de Dios; cuando estoy con un paciente, yo soy Dios. Soy un
ser superior”.
tinta“Tinta” es un sicario colombiano de 38 años, que lleva
varios años en el negocio y vive en el Barrio Triste de Medellín, donde tiene
un taller en que repara vehículos a manera de segundo oficio. Allí, en su
taller, una vez fue entrevistado y, ante la pregunta de “¿Qué sientes al matar
a un hombre?”, Tinta respondió con convicción: “Poder, parce. Se siente poder”
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Asesinos perdiendo el control
son-of-samDe todas las cosas que dijo David Berkowitz, se
desprende que sus asesinatos estaban vinculados al odio, por lo que sentía que
desahogaba ese sentimiento (y la ira que conlleva) al matar. Sin embargo, tal y
como en Richard Ramirez u otros asesinos vinculados al satanismo en el
cometimiento de sus crímenes, David decía servir a un ente demoníaco y se
sentía, de alguna manera, entregado a una fuerza oscura asociada a la oscura
entidad que veneraba, fuerza que desde un punto de vista psicológico bien
podría representar a una parte de sí mismo que el sujeto exterioriza en la
representación que se hace para sí mismo de ésta. Por otra parte, es importante
el sentirse como “cazador” en el “juego” de la cacería (cosa que David señala
en la carta que veremos), ya que eso indica que el matar le ocasiona una
complacencia sádica vinculada al ejercicio del poder para destruir la vida de
los otros. Veamos ahora la carta de 1977: ‹‹Yo soy el Monstruo Belcebú, el
Behemoth gordito. Me encanta cazar. Rondar las calles en busca del juego justo
–sabrosa carne (…). Yo vivo para la caza (mi vida). Sangre por papá.››
Garavito abusó sexualmente de los más de
150 niños que asesinó. Ahora bien, según se desprende de sus declaraciones,
parece que al matar (no al torturar y violar, al matar en sí mismo) sentía que
se vengaba de todo lo que le hicieron (fue violado varias veces cuando era
menor de edad); dijo por eso lo siguiente de su primer asesinato, que puede en
esencia aplicarse a los crímenes que siguieron: ‹‹Me transporté a mi infancia,
sentí mucho odio, más los niños que yo llevaba nunca los mataba, y es allí
donde cojo a este menor, empiezo a tasajearlo con una cuchilla y se apodera de
mí algo extraño que me decía “mate, que con matar ya venga muchas cosas”. Fue
así como yo procedí a matarlo, así fue mi primera muerte. ››. Como puede verse,
al igual que en David Berkowitz, en Garavito aparece, y aún con mayor claridad,
la figura de ese “algo” que se apodera del asesino en el momento de cometer el
asesinato, un “algo” que suele estar vinculado prácticas satánicas (Garavito
hizo pacto con el Diablo), y que psicológicamente podría explicarse como una
representación exteriorizadora que el sujeto hace de una parte de sí mismo que
de alguna manera le resulta conflictiva, y que puede ponerse con más facilidad
en algo exterior (la voz que escucha Garavito) si es que hay de por medio una
tendencia esquizofrénica o una esquizofrenia como tal.
Ted Bundy ha explicado que detrás de su
motivación por matar estuvo una exposición temprana y prolongada a formas
violentas de pornografía, que inducían el desarrollo de una sexualidad
patológicamente sádica, anclada sobre una vinculación entre la muerte-dolor y
el placer. Por ello, más adelante se le conoció como “El asesino de
estudiantes”, en tanto que buscaba a jóvenes universitarias para matarlas
después de abusar sexualmente de ellas. Ahora, en cuanto a lo que sentía al
hacer eso, citaremos fragmentos de una entrevista que dio justo antes de morir
ajusticiado:
JCD: Después de que usted cometió su primer asesinato, ¿cuál
fue el efecto emocional? ¿Qué pasó en los días después de eso?
Ted: Incluso después de tantos años, es difícil hablar.
Revivir eso hablándolo es difícil, por decir lo menos, pero quiero que
entiendas lo que pasó. Fue como salir de algún trance horrible o sueño. Sólo
puedo compararlo con (y yo no quiero dramatizar) ser poseído por algo tan
horrible y extraño, y a la mañana siguiente despertar y recordar lo que pasó y
darse cuenta de que a los ojos de la ley, y desde luego ante los ojos de Dios,
tú eres responsable. Al despertar por la mañana y darme cuenta de lo que había
hecho con una mente clara, con todos mis sentimientos morales y éticos
esenciales intactos, me horrorizó absolutamente.
JCD: ¿Usted no había sabido que era capaz de eso antes?
Ted: No hay manera de describir el impulso brutal de hacer
eso, y una vez que se ha cumplido, o pasado, y que el nivel de energía
retrocede, me convertía en yo mismo otra vez. Básicamente, yo era una persona
normal.
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Trabajando por un “ideal”
El caso de Nakada es muy particular porque
representa indiscutiblemente al asesino misionero, en tal grado que, lo que
sentía al matar, estaba profundamente vinculado a lo que percibía como su
misión detrás de los crímenes. Dijo así: “¿Qué siento cuando mato –dice–?
Siento que ayudo. ¿A qué? A que la gente cambie. A que el mundo cambie. Quiero
que haya paz.”
Satoshi Uematsu
El autor de la masacre en una residencia de discapacitados
psíquicos en Japón, manifesto "He decidido emprender la acción hoy por el bien de Japón y
del mundo", señala en la carta, donde añade que su meta es
"lograr un mundo en el que las personas con discapacidades múltiples
puedan recibir la eutanasia y dejen de sufrir.
Los sádicos
Este asesino admiró a Chikatilo e intentó
superarlo. Mataba con un martillo y era un verdadero sádico. Matar lo hacía
sentirse importante en tanto que afirmaba que les abría la puerta al más allá a
sus víctimas, a la vez que le reportaba sádico placer pues, según admitió, le
gustaba el sonido que hacían los cráneos al partirse… Citaremos ahora una
conocida declaración suya: “Para mí, la vida sin matar es como la vida sin
comida para ti. Me sentía como el padre de todas estas personas, ya que fui yo
quien les abrió la puerta a otro mundo.”. Menos conocidas son las palabras que
Pichushkin dio en una entrevista al tabloide ruso Tvoi Den, y que muestran su
gran sadismo: “La vida humana no es demasiado larga. Es más barata que una
salchicha. Mi abogado: lo abriría y cortaría como un pez. Lo habría matado como
a un insecto, y habría recibido tanto placer en el proceso. Lo cortaría y haría
cinturones con su carne. Pero en cuanto a recordar a todos que maté, quién y
cuándo y dónde, eso yo no lo recuerdo. Ni siquiera me importa como para
recordarlo”
Chikatilo tuvo desde adolescente problemas
de impotencia sexual que solo superó de manera extremadamente patológica, tal y
como descubrió al tener su primera erección fuerte en el momento en que, antes
de cometer su primer asesinato, cortó a una niña desnuda (de la que iba a
abusar) con un cuchillo, sintiendo gran excitación al ver la sangre. Cabe aquí
mencionar que sus víctimas eran generalmente menores de edad de sexo femenino,
y que la juventud de las víctimas, al igual que la obtención de placer sexual
mediante actos sádicos, manifestaba que Chikatilo, a través de sus crímenes,
intentaba aliviar el sentimiento de impotencia que tenía por las humillaciones
sufridas. Baste saber esto para entender el resto y lo que experimentaba al
matar y después de matar, pues las palabras del monstruo son muy claras: “En
los actos sexuales perversos experimentaba una especie de furor, una sensación
de desenfreno. No podía controlar mis actos. Desde la niñez me he sentido
insuficiente como hombre y como persona. Lo que hice no fue por el placer
sexual, sino porque me proporcionaba cierta paz de mente y de alma durante
largos periodos. Sobre todo después de contemplar todo tipo de películas
sexuales. Lo que hice, lo hice después de mirar los vídeos de actos sexuales
perversos, crueldades y horrores”.
Carl Panzram, un ladrón, predador sexual, bandolero y
asesino del siglo XIX, fue desde temprana edad un sujeto lleno de agresividad y
odio.
Así, al matar disfrutaba porque desahogaba su odio y el
sadismo relacionado a éste, afirmando por ello lo siguiente: “En mi vida he
asesinado a 21 seres humanos, he cometido miles de allanamientos, asaltos,
robos, incendios provocados y, por último pero no menos importante, he cometido
sodomía con más de 100 hombres. Ante todas estas cosas no siento ningún
arrepentimiento (…).Odio a toda la jodida Humanidad, disfruto matando.”
Edmund Kemper
El caso de Edmund Kemper, más allá de sus motivaciones ideológicas (“golpear a la burquesía”), es la expresión de un sadismo sexual que se manifestó desde temprana edad a nivel de fantasías, que llegó a degenerar en la necrofilia, y que estaba ligado a un deseo por experimentar un sentimiento de poder. Comprenderemos entonces qué sentía al matar si citamos lo que le dijo al célebre Robert Ressler en una entrevista donde, haciendo gala de ese sádico goce que encontraba en el poder, bromeó con arrancarle la cabeza al entrevistador; veamos sus palabras: “Yo solo quería la exaltación por encima de la fiesta. En otras palabras, triunfar sobre la muerte. Ellas estaban muertas y yo estaba vivo. Esa era la victoria en mi caso (…). Era una especie de cosa de tipo triunfante y exaltado, como sacarle la cabeza a un ciervo o un alce (…). Yo era el cazador y ellas las víctimas.”
El caso de Edmund Kemper, más allá de sus motivaciones ideológicas (“golpear a la burquesía”), es la expresión de un sadismo sexual que se manifestó desde temprana edad a nivel de fantasías, que llegó a degenerar en la necrofilia, y que estaba ligado a un deseo por experimentar un sentimiento de poder. Comprenderemos entonces qué sentía al matar si citamos lo que le dijo al célebre Robert Ressler en una entrevista donde, haciendo gala de ese sádico goce que encontraba en el poder, bromeó con arrancarle la cabeza al entrevistador; veamos sus palabras: “Yo solo quería la exaltación por encima de la fiesta. En otras palabras, triunfar sobre la muerte. Ellas estaban muertas y yo estaba vivo. Esa era la victoria en mi caso (…). Era una especie de cosa de tipo triunfante y exaltado, como sacarle la cabeza a un ciervo o un alce (…). Yo era el cazador y ellas las víctimas.”
Este asesino fue un mariscal francés y amigo/ compañero de batalla de Juana de Arco, desde
pequeño manifestó tendencias sádicas, y que en su castillo realizó rituales de
magia negra mezclados con torturas, violaciones y asesinatos de niños. Lo que
experimentaba al matar a las inocentes criaturas excedía lo esperable y topaba
la maldad pura en tanto que reflejaba una conciencia clara de la naturaleza
moral de sus actos. Esto lo vemos en una aproximación literaria a su confesión
en el juicio, basada en fuentes históricas y extraída del libro El Mariscal de
las tinieblas.
La verdadera historia de Barba Azul de Juan Antonio Cebrián; citamos: ‹‹Confieso que maté a esos niños y niñas de distintas maneras y haciendo uso de diferentes métodos de tortura: a algunos les separé la cabeza del cuerpo, utilizando dagas y cuchillos; con otros usé palos y otros instrumentos de azote, dándoles en la cabeza golpes violentos; a otros los até con cuerdas y sogas y los colgué de puertas y vigas hasta que se ahogaron. Confieso que experimenté placer en herirlos y matarlos así. Gozaba en destruir la inocencia y en profanar la virginidad. Sentía un gran deleite al estrangular a niños de corta edad incluso cuando esos niños descubrían los primeros placeres y dolores de su carne inocente.››
La verdadera historia de Barba Azul de Juan Antonio Cebrián; citamos: ‹‹Confieso que maté a esos niños y niñas de distintas maneras y haciendo uso de diferentes métodos de tortura: a algunos les separé la cabeza del cuerpo, utilizando dagas y cuchillos; con otros usé palos y otros instrumentos de azote, dándoles en la cabeza golpes violentos; a otros los até con cuerdas y sogas y los colgué de puertas y vigas hasta que se ahogaron. Confieso que experimenté placer en herirlos y matarlos así. Gozaba en destruir la inocencia y en profanar la virginidad. Sentía un gran deleite al estrangular a niños de corta edad incluso cuando esos niños descubrían los primeros placeres y dolores de su carne inocente.››
El caso del brillante Jack es el de un
psicópata sádico que experimenta placer cuando mata, tanto por el sufrimiento
de la víctima, como por el sentimiento de poder que experimenta, y que en el
caso de Jack se vinculaba a su capacidad para burlarse de la Policía y, a la
vez, reducir y aterrorizar a un grupo social (prostitutas) que odiaba y
despreciaba. Esto se ve muy bien en una carta del 25 de septiembre de 1888:
‹‹Desde hace días siento que la Policía me ha detenido, pero en realidad aún no
me han encontrado. No soporto a cierto tipo de mujeres y no dejaré de
destriparlas hasta que haya acabado con ellas. El último fue un magnífico
trabajo, a la dama no le dio tiempo ni a chillar. Me gusta mi trabajo y estoy
ansioso para empezar de nuevo. Temprano tendrá noticias mías y de mi gracioso
juego… -Firmado: Jack el Destripador.››
Pedrinho Matador
Actualmente Pedro sigue en prisión, y todavía lo consideran
como un símbolo del bandolero brasileño hábil para el combate cuerpo a cuerpo.
Pedro Matador de joven, en la prisión.
En uno de sus recientes tatuajes se puede leer la siguiente
leyenda, en la cual expresa con sinceridad la motivación de sus crímenes. Dice
así: ‹‹Mato por placer››
Este conocido psicópata fue uno de
los mayores asesinos de toda la historia, pues mató más de 170 niñas, a las que
previamente violaba. Principalmente, más allá de lo que lo condujo a
convertirse en lo que fue, Pedro Alonso experimentaba una especie de
sentimiento místico de poder sobre la vida, matizado por un sadismo que, si
bien manifestó en las violaciones, era más profundo y trascendía el aspecto
puramente sexual. Esto se ve en la siguiente frase: “Había un momento divino
cuando ponía mis manos alrededor del cuello de las niñas y observaba cómo se
iba apagando la luz de sus ojos. Solo aquellos que matan saben a qué me
refiero”.
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Culpables o arrepentidos
Este ángel de la muerte trabajaba como
enfermero, y era un individuo que tenía mucho enojo guardado y que además
presentaba frecuentemente crisis depresivas. De ese modo, en sus asesinatos
encontró la vía perfecta para desahogar esa ira y, a la vez, evitarse un poco
(porque de todas formas sintió remordimiento) los conflictos de conciencia,
pues supuestamente mataba a los enfermos para evitar que siguiesen llevando una
vida de sufrimiento… como la suya (aunque por causas distintas). Veamos ahora
lo que Charles Cullen dijo en una entrevista, donde aclara qué sentía al matar
y tras matar: “Me sentía culpable por lo que había hecho, a pesar de que yo
estaba tratando de reducir el sufrimiento de las personas. Me gustaría estar
largos periodos de tiempo sin nada, pero después me encontraba de vuelta a mí
mismo sintiéndome abrumado, sintiendo que no podía ver gente herida, muriendo y
siendo tratada como no-humana y, a veces, lo único que sentía que podía hacer
era tratar de poner fin a ese sufrimiento, y no creo que tuviera ese derecho,
pero lo hice de todas formas (…). No voy a decir que era la felicidad el porqué
de lo que hice. Me sentí muy obligado, muy impulsado a terminar el sufrimiento
como lo vi, ya sabes, y yo seguí incurriendo de nuevo en ese comportamiento, no
pude detenerme (…). Fue un secreto oscuro y sucio, me molestaba, ya sabes. Me
sentía como si estuviera ayudando a la gente pero también sabía que estaba mal.
Yo sabía que estaba mal…”
Dennis Andrew Nilsen
Este asesino homosexual asfixiaba a los hombres que invitaba a dormir, y después de muertos los descuartizaba. Lo que sentía al matar y tras matar, estaba vinculado al hecho de que en el fondo mataba porque quería sentir que, de algún modo, no era abandonado (conservaba los restos de las víctimas), pues siempre experimentó un sentimiento de abandono u orfandad afectiva. Dicho esto, citemos lo que Nilsen escribió: ‹‹Después de matarlos, experimentaba un sentimiento doloroso de desesperación y una sensación de vacío. Aunque sabía que el cuerpo estaba muerto, pensaba que la personalidad estaba todavía dentro de él, consciente y atenta a mis palabras (…).Puede ser que cuando mataba a aquellos hombres me matase a mí mismo, pues me quedaba de pie muy apenado y sumido en una profunda tristeza, como si acabase de morir un ser muy querido››
Este asesino homosexual asfixiaba a los hombres que invitaba a dormir, y después de muertos los descuartizaba. Lo que sentía al matar y tras matar, estaba vinculado al hecho de que en el fondo mataba porque quería sentir que, de algún modo, no era abandonado (conservaba los restos de las víctimas), pues siempre experimentó un sentimiento de abandono u orfandad afectiva. Dicho esto, citemos lo que Nilsen escribió: ‹‹Después de matarlos, experimentaba un sentimiento doloroso de desesperación y una sensación de vacío. Aunque sabía que el cuerpo estaba muerto, pensaba que la personalidad estaba todavía dentro de él, consciente y atenta a mis palabras (…).Puede ser que cuando mataba a aquellos hombres me matase a mí mismo, pues me quedaba de pie muy apenado y sumido en una profunda tristeza, como si acabase de morir un ser muy querido››
fue el peor asesino serial de Bolivia, y la
motivación fundamental de sus asesinatos era el dinero, aunque mataba drogado y
por eso dijo no recordar bien qué sentía exactamente al asesinar. No obstante,
Jaime dejó claro lo que sentía después de matar, veamos: “Claro, tengo remordimiento…
Si no es pues, un conejo… Hasta un niño tiene remordimiento de matar un conejo,
¿no? Peor la gente…”
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Indiferentes
Patrick, asesino y descuartizo a sus tios y primitos, manifiesta "no ser mala persona", son las acciones las que son buenas o malas”. y dice no arrepentirse, no sentir remordimientos. lo único que le preocupaba en el momento del asesinato era cuánto tardarían en descomponerse los
cadáveres".
Anatoli Onoprienko
Anatoli Onoprienko
Este asesino y asaltante (mataba para robar) es
una mezcla de dos tipos: por una parte, al matar experimentaba indiferencia con
respecto al tormento de sus víctimas; mientras, por otra parte sentía cierto
placer emocional al sentirse poderoso, al percibirse como un depredador, pues
llegó a decir que veía a sus víctimas como un lobo ve a los corderos. En cuanto
a lo primero, lo de la indiferencia (que es lo más notorio), baste esta
declaración de Anatoli: “Sé que es cruel, pero yo soy un robot que ha sido
impulsado a matar, yo no siento nada (…). Para mí, matar, es como romper una
colcha. Hombres, mujeres, ancianos, niños, todos son lo mismo. Nunca me he
arrepentido por aquellos a quienes he matado. No amo, no odio, sólo ciega
indiferencia. No los veo como individuos, sino como cosas”
Sobre este sádico asesino itinerante, que
mató junto con su colega Otis Thole, cabría pensar que disfrutaba matando,
aunque según él, al menos en el fondo y con respecto a los asesinatos y al
sufrimiento de las víctimas en éstos, Henry sentía más bien indiferencia;
citamos: “No tuve ningún sentimiento especial por todas aquellas personas o los
asesinatos. Los abordaba cuando pedían aventón, hacían ejercicio por las
carreteras o cualquier cosa, pasábamos un buen rato y después, ya saben, los
asesinaba y tiraba sus cuerpos por cualquier lado”
Richard Kuklinski, conocido como “Iceman”, fue
un sicario que mató a más de 150 personas, muchas veces torturándolas para
complacencia de sus clientes, a quienes mostraba los escabrosos vídeos de los
suplicios de las víctimas. Sin embargo, aunque torturaba no era en el fondo un
sádico: era un psicópata frío, sin nada de empatía. Esto lo vemos en lo que
dijo al psiquiatra Dr. Deeds en una entrevista: “No obtengo nada por golpear a
alguien, lastimar a alguien, dispararle a alguien… Eso es nada para mí. Lo
único que me da placer es el sexo (…) Si lastimo a alguien, no me provocaría
nada, estoy matando a alguien más…”. Más adelante, cuando el psiquiatra le
preguntó si entonces nunca tuvo sentimiento alguno al respecto, él respondió
con amargura: “Nunca tuve alguno, era decepcionante… Ahí me di cuenta de que
debía estar loco, porque debería de algún modo haber tenido algún sentimiento…
algo.”
Richard Speck mató a todas sus víctimas
(jóvenes mujeres) en una sola noche, donde también cometió violaciones. No mató
por placer sino porque había entrado a robar y no quería testigos. Por ello,
cuando en una entrevista le preguntaron cómo se sintió al matar a esas mujeres,
Richard respondió sin dudarlo: “Como siempre me sentí… sin sentimiento alguno.
Si me estás preguntando si me sentí arrepentido: no.”
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