La psicopatía es uno de los trastornos mentales que tiene
consecuencias más devastadoras en la persona que lo sufre y muy especialmente
en su entorno. Además, como más tarde veremos, es uno de los trastornos más difíciles de tratar.
La Niña Psicopata -
Entrevista
Aunque no existen muchos estudios de la psicopatía infantil y adolescente, se ha demostrado que el
trastorno comienza en la infancia.
Incluso algunos estudios indican que la presencia de
psicopatía en la niñez y adolescencia es una variable que puede predecir de un comportamiento criminal en la etapa
adulta.
Síntomas característicos
de la psicopatía:
Ya en el año 1976
Cleckley definió la personalidad psicópata con una serie de características
claves:
Estas personas
muestran un encanto superficial e inteligencia elevada.
No presentan delirios
ni otros síntomas de pensamiento irracional.
Ausencia de
nerviosismo y de otros síntomas neuróticos.
Falta de sinceridad.
Falta de
remordimientos y vergüenza.
Conducta antisocial
sin un motivo adecuado para ello.
Incapacidad de
aprender de las experiencias.
Egocentrismo
patológico e incapacidad de amar.
Afectividad limitada.
Falta de intuición.
Indiferencia hacia
las relaciones personales.
Conducta sorprendente
y poco deseable.
El suicidio es algo
infrecuente.
Trivialidad sexual.
Incapacidad para
seguir un plan de vida coherente.
Por otro lado, los
investigadores están de acuerdo en que al referirse a niños y adolescentes se
hable de rasgos psicopáticos y no de psicopatía en sí, porque algunos de estos niños al hacerse adultos no desarrollan el
trastorno.
Robert Hale, uno de los mayores expertos en este campo,
describe a los psicópatas como depredadores
de su propia especie. Además distingue a estos individuos por unos síntomas
característicos en el ámbito afectivo,
interpersonal y conductual:
Plano afectivo: se
caracterizan por tener emociones superficiales y que cambian de forma rápida.
Carecen de empatía y muestran una incapacidad para mantener vínculos duraderos
con otras personas.
Plano interpersonal: se
muestran arrogantes, egocéntricos, manipuladores, dominantes y enérgicos.
Plano conductual: son
irresponsables e impulsivos. Buscan sensaciones nuevas y fuertes y transgreden
las normas sociales de forma habitual. Además suelen llevar un estilo de vida
socialmente inestable.
Otros rasgos que
aparecen en los niños y adolescentes con psicopatía son:
Ausencia de remordimientos y sentimiento de culpa ante los
comportamientos que pueden dañar a otras personas.
Insensibilidad emocional.
Los niños suelen ser más difíciles y traviesos, constantemente
intentan desafiar las normas y a las personas de autoridad.
Utilizan la mentira de forma patológica.
Utilizan la mentira de forma patológica.
Comportamiento agresivo, que causa daño físico o amenaza a
personas o animales y además muestra crueldad en estos comportamientos.
Aparecen conductas destructivas y/o prende fuego de objetos.
Con frecuencia están aislados socialmente, no se involucran
en actividades ni relaciones interpersonales.
Otros estudios sobre este tema han demostrado que el
adolescente con rasgos psicopáticos ha desarrollado en la infancia otras
patologías como el trastorno por déficit de atención e hiperactividad,
trastorno de conducta en la infancia o el trastorno disocial.
Diagnóstico
Es importante hacer un diagnóstico adecuado y distinguir
entre un adolescente o niño normal y uno con el trastorno.
Los niños y adolescentes pueden tener una serie de
características típicas de este periodo como por ejemplo la falta de empatía,
la transgresión de las normas o conductas de riesgo como el consumo de
sustancias.
Algunos autores como Seagrave y Grisso indican que muchas de
las características psicóticas que aparecen en la adolescencia son los aspectos
normales de esta etapa del desarrollo.
Sin embargo, existen otros autores que aún estando de
acuerdo con la afirmación anterior, consideran que muchos de los síntomas de
psicopatía en niños y adolescentes son algo más que manifestaciones normales en
esta etapa del desarrollo.
Según algunos autores un rasgo especialmente distintivo en
estos niños es que se les considera como poco temerosos y los efectos de la
socialización son prácticamente nulos al no experimentar culpa ni aprender del
castigo.
Los padres van enseñando al niño cuándo y cómo experimentar
emociones como el orgullo, la vergüenza, el respeto o la culpa usando el
castigo cuando actúan mal. En estos
niños no es fácil inculcar el sentimiento de culpa porque no lo tienen
desarrollado.
No sienten ansiedad
ni miedo cuando van a transgredir una norma, ni el temor a las represalias de
los padres u otras figuras de autoridad. Esto dificulta en gran medida una
socialización normalizada.
Dentro de este grupo
de niños y adolescentes con rasgos tan variados es necesario prestar una
especial atención a aquellos que además de tener un comportamiento antisocial y
de desafío constante a la norma y a la autoridad, son individuos fríos,
manipuladores y con dificultad para experimentar emociones.
Estos rasgos de
personalidad junto con la falta de internalización de la norma hacen que estos
niños y adolescentes sean especialmente difíciles de tratar.
Causas de la
psicopatía
Existen numerosos
estudios sobre las causas que llevan a desarrollar este trastorno psiquiátrico.
Las investigaciones en este campo continúan porque no se ha encontrado un
determinante claro para su desarrollo. Más bien parece el resultado de la
influencia de varios factores.
Factores genéticos
Se han realizado
numerosas investigaciones con familias, con gemelos, o niños adoptados. Los
resultados demuestran que los genes pueden ser responsables de que algunos
individuos sean vulnerables a desarrollar este tipo de trastorno.
Pero ningún gen único
es el responsable del trastorno. Se trata de múltiples genes que se combinan
para generar esa vulnerabilidad. Y por otro lado, el riesgo de padecer el
trastorno podría variar en función de la cantidad de genes que comparte un
individuo con alguien que padece la enfermedad.
Factores biológicos
Algunos estudios
indican que el daño o disfunción cerebrales pueden ser influyentes a la hora de
desarrollar el trastorno. Por otro lado, parece existir una falta de conexión
entre la amígdala (encargada de regular las emociones) y la corteza prefrontal
en estos sujetos.
También se han
realizado investigaciones en torno a la influencia que pueden tener
neurotransmisores como la dopamina o serotonina.
Factores psicológicos
La teoría
predominante en este campo es el denominado modelo de vulnerabilidad-estrés.
Tiene como supuesto básico que para que se llegue a desarrollar el trastorno es
necesario la existencia de una vulnerabilidad, que puede ser activada por
diversos estresores que precipitan la aparición del trastorno.
Tratamiento
En cuanto al
tratamiento de este trastorno aún no se ha demostrado que exista un tipo de
intervención que sea exitosa con estos individuos. Los estudios en este
contexto son además pesimistas y algunos autores como Harris y Rice incluso
concluyen que en algunos casos el tratamiento no sólo no es efectivo sino que
además puede ser contraproducente.
Los principales
problemas a la hora de realizar una intervención son por un lado las
limitaciones que presentan los estudios que se han realizado al respecto, y por
otro, las propias características de estos individuos que hacen el tratamiento
poco efectivo.
Entre estas
características destacan la imposibilidad de crear un vínculo entre el
terapeuta y el paciente; no sienten la necesidad de cambiar, no existe una
comunicación sincera e imposibilitan el trabajo emocional.
En el año 2000 Lösel
ha resumido una serie de principios que deben guiar la intervención con estos
sujetos teniendo en cuenta el estudio de los tratamientos aplicados hasta ese
momento que demuestran ser los más eficaces. Según concluye, los programas de
tratamiento deberían contar con estos fundamentos:
Deben estar basados
en los estudios sobre la causa de la psicopatía a nivel psicológico y
biológico.
Realizar una
evaluación profunda del individuo para que derive en un diagnóstico preciso y
no confundir el comportamiento habitual de un adolescente con rasgos
patológicos.
Seguir un tratamiento
intensivo y prolongado.
Realizar el
tratamiento en instituciones estructuras y especializadas en estos casos para
evitar la posible manipulación del psicópata.
Crear un ambiente
positivo en la institución y mantenerlo frente a las conductas hostiles de los
sujetos tratados.
Dirigir parte del
tratamiento en hacerles entender que sus conductas antisociales son
perjudiciales principalmente para ellos, ya que en principio perjudicar a los
demás no tiene ningún efecto negativo para ellos.
Los programas de
tratamiento con una orientación multimodal y cognitivo-conductual han resultado
ser los más exitosos en este ámbito.
Asegurarse de que el
programa de tratamiento se cumple íntegramente.
Seleccionar, formar y
supervisar de forma minuciosa a los profesionales que van a intervenir en el
tratamiento.
Reforzar los factores
de protección naturales, como unos padres firmes y consecuentes que fomenten el
desarrollo de aptitudes prosociales.
Realizar un
seguimiento controlado una vez que el sujeto termina el tratamiento y
prevención de recaídas.
Aunque a día de hoy
no exista un programa que se haya mostrado eficaz en el tratamiento de los
niños, adolescentes y adultos con esta patología, siguen realizándose estudios
e investigaciones encaminadas a dar con él.
Kochanska en 1997 ya
resaltó la importancia de evaluar el temperamento de los niños porque aquellos
con características de personalidad poco temerosas van a tener dificultades
para desarrollar emociones como la culpa o la empatía.
Así mismo queda
constancia de que las intervenciones con los niños y adolescentes tienen que ir
principalmente encaminadas a controlar los impulsos antisociales con un
tratamiento estricto y ordenado para el cumplimiento de las normas y hábitos.
Pero en definitiva, a
día de hoy no se ha concluido que tipo de intervención es la adecuada para una
persona con estas características. Es necesario saber más acerca de las causas
y los procesos implicados en su desarrollo para poder aportar un tratamiento
conjunto desde la farmacología y la psicología.
Consejos para padres
de niños con psicopatía
1- Tomar conciencia
del problema
El primer paso que
deben dar los padres que sospechen que su hijo puede padecer este trastorno es
ser consciente de ello. Muchas veces por temor o miedo al qué dirán se intenta
ocultar el problema pero eso no ayudará a encontrar una solución o a la posible
mejora de los síntomas.
2- Consultar con un
profesional
Dada la complejidad
del trastorno es fundamental acudir a un profesional experto en esta materia,
que pueda orientar y aconsejar sobre el tratamiento adecuado. Además podrá
facilitar a los padres las pautas de comportamiento y educativas que son
necesarias para tratar a estos niños y adolescentes.
3- Informarse sobre
la enfermedad
Conocer las posibles
causas del trastorno o cómo funciona puede ayudar a los padres a entender y
aceptar mejor el proceso por el que pasa su hijo.
4- No responder con
agresividad
Aunque en muchos
casos esta sea una respuesta que parece incontrolable, en ningún caso es
beneficiosa para el tratamiento de estos niños.
5- Fomentar los
hábitos y conductas sociales adaptativas
Se trata de fomentar
hábitos y comportamientos sociales adaptativos consiguiendo que respete ciertas
normas y haciendo especial hincapié en explicar y demostrar que este
comportamiento adecuado tiene repercusiones positivas principalmente en ellos mismos.
6- Buscar un sistema
de apoyo externo
Es muy importante que
los padres que tienen que lidiar con este trastorno puedan contar con una red
de apoyo con la que compartir sus inquietudes o en las que buscar apoyo cuando
sea necesario.
Esta red puede estar
formada por familiares, amigos e incluso grupos de ayuda mutua formados por más
padres en su misma situación en el que pueden compartir sus inquietudes.
7- Mostrar tolerancia
y paciencia
Es importante tener
en cuenta que el niño o adolescente con este trastorno únicamente velará por
sus propios intereses y necesidades. Es más recomendable en estos casos llegar
a acuerdos con él que enfrentarse y discutir sus creencias y/o comportamientos.
8- Firmeza y
seguridad
Es conveniente que
los padres se muestren firmes y seguros de sí mismos ante el niño o adolescente
y mostrar los menores puntos de debilidad posibles ante él para evitar la
manipulación.
9- No perder la
esperanza
En muchos casos esta
situación puede sobrepasar a los padres y abandonar toda esperanza de mejoría.
Incluso puede llevarles a tomar decisiones o realizar conductas perjudiciales
para ellos mismos, como el abuso de sustancias o de medicamentos para
sobrellevar la situación. Esto en ningún caso ayuda a la mejoría del niño sino
que empeora notablemente la situación familiar.
Referencias
bibliográficas
Cleckley, H (1988).
The mask of sanity. St.Louis.
Hara, R.D. (2003).
The hare psychopathy checklist revised. Toronto
Harris, G.T., Rice,
M.E. (2006). Treatment of psychopathy: a review of empirical findings. New
York.
Kochanska, G. (1997).
Multiple pathways to conscience for children with different temperaments: from
toddlerhood to age 5. Developmental Psychology.
Lynam, D. R. (1998).
Early identification of the fledgling psychopath: Locating the psychopathic
child in the current nomenclature. Journal of Anormal Psychology
Seagrave, D. Grisso,
T. (2002). Adolescent development and the measurement of juvenile psychopathy.
Law and Human Behavior.
Erikson, E.H. (1968). Identity, youth and
crisis. New York.
Hecho ya un panorama general con los ejemplos referidos
arriba, cabe señalar que, si bien tanto la madre como el padre pueden inducir
agresividad y trastornos en el futuro criminal, la madre está más asociada a
trastornos en la conducta sexual. Son por ello enormemente impactantes algunos
casos en que la conducta de la madre ha originado en el hijo una mezcla de ira
y deseo sexual: en Ed Kemper, esto desembocó en el hecho de que Ed decapitara a
su madre y, después de lanzarle flechas e insultos a su cabeza inerte, tomase
esa misma cabeza para hacerse sexo oral; en José Antonio Rodríguez Vega, esto
se plasmó en su búsqueda por mujeres mayores a las que mataba y violaba, siendo
que, a través de esas violaciones, violaba simbólicamente a su propia madre
(esto se desprende de confesiones suyas); por último y no menos sorprendente,
en el caso de Henry Lee Lucas vemos a un chico que era vestido de niña y
maltratado psicológicamente por una madre que se prostituía delante de él, lo
cual posteriormente desembocó en que Henry, tras salir del reformatorio y
discutir con su madre, terminase no solo matándola sino violando su cadáver,
expresando así el deseo incestuoso que le causó el ver prostituirse a su madre
años atrás…
Enlace: La
Mente del Asesino en Serie
Cómo se origina un asesino en serie
Todo asesino serial tiene “trastorno de personalidad
antisocial”, una condición que se caracteriza por la falta de empatía, la
manipulación, y el ver a los demás como meros medios para satisfacer los
propios deseos. Pero eso no basta para que surja un asesino. Padres violentos,
rechazo social, traumas y otros factores, podrían crear al monstruo…
Asesinos seriales: ¿nacen o se hacen?
Primeramente es necesario considerar que no todos los
psicópatas son asesinos en serie, pero todos los asesinos en serie son
psicópatas. Esto tomando indistintamente los términos “trastorno antisocial de
la personalidad”, “sociopatía” y “psicopatía”; ya que, si bien las diversas
fuentes a veces delimitan un término de otro, en esencia los tres significan lo
mismo y son, por lo general, empleados indistintamente en la actualidad. Pero
entonces y antes de intentar responder si el psicópata nace o se hace: ¿cuáles
son sus características fundamentales? En palabras del Manual diagnóstico y
estadístico de los trastornos mentales IV —donde no se distingue al psicópata
del sociópata, y se engloba a ambos en el trastorno antisocial de la
personalidad—, estas son las siguientes:
1. Fracaso para adaptarse a las normas sociales en lo que
respecta al comportamiento legal, como lo indica el perpetrar repetidamente
actos que son motivo de detención
2. Deshonestidad, indicada por mentir repetidamente,
utilizar un alias, estafar a otros para obtener un beneficio personal o por
placer
3. Impulsividad o incapacidad para planificar el futuro
4. Irritabilidad y agresividad, indicados por peleas físicas
repetidas o agresiones
5. Despreocupación imprudente por su seguridad o la de los
demás
6. Irresponsabilidad persistente, indicada por la
incapacidad de mantener un trabajo con constancia o de hacerse cargo de
obligaciones económicas
7. Falta de remordimientos, como lo indica la indiferencia o
la justificación del haber dañado, maltratado o robado a otros
Ahora bien, ¿el asesino serial nace o se hace? Veamos.
El asesino serial es un resultado de la interacción entre
las circunstancias (el entorno) y las tendencias innatas; aunque podría
señalarse que éste se autoconstruye, se hace a sí mismo en la medida en que
tiene la posibilidad de elegir qué reacciones tomar ante lo que le sucede: así,
cuando se habla de que “el asesino se hace”, se habla tanto de que las
circunstancias lo construyen como de que él, en la medida en que tiene libertad
de autoregulación y reacción, se autoconstruye como respuesta a esas
circunstancias.
Como ya se dijo antes, no todo psicópata es un asesino
serial. Cabe así la pregunta: aquellos psicópatas que se transformaron en
asesinos seriales, ¿estaban indefectiblemente destinados a convertirse en
asesinos seriales y en consecuencia eran manifestaciones de que el asesino nace
y simplemente manifiesta esa esencia en el futuro? Para responder a eso hay que
tener presente que la psicopatía es una condición que siempre se manifiesta a
nivel de anomalías neurológicas[1], por lo que el cerebro del psicópata nunca
es igual al de la persona normal. No obstante eso no implica que todo psicópata
nace siendo psicópata, ya que una persona normal puede, como consecuencia de un
accidente u otra situación, desarrollar en cualquier etapa de su vida un
conjunto de anomalías cerebrales que lo transformen en psicópata. Lo anterior
se vio en el caso del británico Raymond Fernández, quien inicialmente fue un
espía británico más, después de un fuerte golpe en la cabeza, su conducta
cambió y él se transformó en un psicópata y asesino en serie… Pero las veces en
que el psicópata (condición para ser asesino serial) no nace son excepcionales,
por lo que la pregunta sigue vigente para la mayoría de casos. Así pues, la
realidad es que el asesino serial se hace; ya que, según los estudios, en
condiciones determinadas de desarrollo es posible lograr que, alguien que por
sus genes o por alguna otra causa (anomalías en el embarazo) nació siendo
psicópata, no se transforme en asesino serial o en tipo alguno de criminal. En
otras palabras, la psicopatía no basta para dar lugar a un asesino serial, ya
que éste es siempre el resultado de la interacción entre las circunstancias (el
entorno) y las tendencias innatas; aunque, desde un punto de vista filosófico
admitido por muchos psiquiatras y psicólogos, el asesino serial se
autoconstruye, se hace a sí mismo en la medida en que tiene la posibilidad de
elegir qué reacciones tomar ante lo que le sucede, pero esta aclaración no debe
tener peso en el asunto, ya que, cuando se habla de que “el asesino se hace”,
se habla tanto de que las circunstancias lo construyen como de que él se
autoconstruye como respuesta a esas circunstancias.
Al respecto, la neuróloga Debra Niehof afirma lo siguiente:
‹‹La violencia es el resultado de un proceso de desarrollo, una interacción
permanente entre el cerebro y el medio ambiente […]. Si una persona ha llegado
a creer que el mundo está en contra de ella, y ella está reaccionando de forma
exagerada a cada pequeña provocación, estas reacciones violentas irán más allá de su capacidad de control, porque está
en un modo de supervivencia […]. Es importante entender que la violencia no
tiene una causa única. Puede venir de cualquier parte de la estructura
psicológica. Todo lo que nos encontramos o experimentamos en nuestras vidas
tiene el potencial de afectarnos, y no hay un factor único al que echar la
culpa. La violencia es el resultado de un bucle de realimentación compleja,
pero ese bucle puede romperse. La biología no es destino.››
.
Perspectiva general
Hemos visto que el asesino serial es el producto de una
interacción entre el entorno y ciertas características del sujeto. Entonces:
¿qué circunstancias tienden a hacer que un psicópata se transforme en asesino
serial? Principalmente estas:
Un entorno familiar inapropiado, con patrones como:
violencia entre los padres; maltrato, indiferencia-abandono o demasiada
permisividad por parte de uno o ambos progenitores; ausencia de uno o ambos
progenitores; incestos, abuso sexual o algún tipo de situación sexualmente
insana originada en el marco familiar; comportamientos desequilibrados y
destructivos-autodestructivos en los padres, tales como alcoholismo,
drogadicción, prostitución; etc.
El asesino es en gran parte un síntoma de los trastornos
socio-culturales, ya que, si bien el entorno familiar es el factor externo de
primer orden en su encaminamiento hacia el crimen, éste constituye una micro estructura
grupal (por algo se le dice “la célula” de la sociedad) que, en sus
desequilibrios y problemas, refleja en gran medida los males generales del
entramado socio-cultural. Así, consciente de ello, el asesino Charles Manson afirmó: “Mi padre es una prisión, mi madre un
sistema, soy lo que ustedes me hicieron. Los miro y me digo: ustedes quieren
matarme y yo ya estoy muerto. Toda mi vida estuve muerto”
Una experiencia social nociva, con patrones como: pobreza,
usualmente asociada a un sistema lleno desigualdad que, en ciertos casos, acaba
generando resentimiento social; aislamiento o maltrato físico y/o psicológico
por parte de los pares, sean estos de la institución educativa, del
reformatorio o de otro tipo de ambiente; abuso sexual por parte de un desconocido
o conocido fuera del círculo familiar; presencia de drogas y/o alcohol en el
círculo social; vandalismo y delincuencia; etc.
Vivencia de un marco cultural en el que se exhiben cosas
como: mucha rigidez en los roles de género; aceptación de la violencia como
forma idónea de control y parte de la cotidianidad; desequilibrios a nivel de
la mentalidad imperante, manifestados en casos como el de una sociedad
moralista demasiado represiva, una sociedad con tendencia al libertinaje y los
vicios, o una sociedad muy materialista, pragmática y consumista; etc
.
Exposición a eventos traumáticos
El ser testigo de uno o varios sucesos traumáticos es algo
que muchas veces juega un rol crucial en la creación del asesino en serie.
Según estudios científicos, presenciar un acto violento puede desencadenar
agresión y desórdenes de ansiedad tales como estrés agudo o trastorno por
estrés post-traumático, o inclusive puede ocasionar problemas relacionales y
una disrupción en el desarrollo de la cPresenciar un acto violento puede
desencadenar agresión y desórdenes de ansiedad, tales como estrés agudo o
trastorno por estrés post-traumático, o inclusive puede ocasionar problemas
relacionales y una disrupción en el desarrollo de la capacidad empática. Un
ejemplo terrible fue el del legendario asesino Gilles de Raise, quien
destripaba a sus víctimas como un reflejo de que, durante su niñez, vio a su
padre con las tripas afuera, agonizando en el lecho antes de morir tras un
ataque de jabalí.
Así y refiriéndose sobre todo a la violencia animal que
muchos chicos presencian, Kellert y Felthous afirman que: ‹‹Un niño que crece
rodeado de agresión contra cualquier ser vivo, tiene más probabilidad de
violar, abusar o matar a humanos cuando sea adulto››. Esto es importante ya que
muchas veces el presenciar violencia animal constituye aquellos eventos
traumáticos y lastimosamente, esta potencial fuente de eventos traumáticos a
presenciar, viene como complemento a experiencias de maltrato pues, según un
estudio de la New Jersey Public Child Protection Agency, en el 88% de las
familias donde hay maltrato infantil, hay también maltrato a animales, y éste
está usualmente ligado a una experiencia de humillación e impotencia, tal y
como lo refleja el hecho de que, según el estudio antes dicho, en el 66% de los
casos es el progenitor quien, para castigar o controlar al hijo, maltrata a la
mascota.
Ejemplos de asesinos que presenciaron eventos traumáticos
son:
Ed Gein: Ed presenció el sacrificio de animales de granja y
esto, según confesó, le inspiró ideas pervertidas que más adelante
influenciaron en su conducta criminal.
Guilles de Rais: A sus nueve años, Guilles presenció la
muerte de su padre en una sesión de caza. Fue algo realmente espantoso pues un
jabalí había clavado sus colmillos en el vientre de su padre, y el pequeño
Guilles contempló “cómo sus vísceras se esparcían por el lecho”, lo cual lo
marcó tan profundamente que, en el futuro, repitió la escena destripando niños
y viendo como las entrañas y la sangre se derramaban sobre el suelo de su
castillo…
John George Haigh: Conocido como “El Vampiro de Londres”,
este asesino, durante un bombardeo de la Segunda Guerra Mundial acontecido en
su niñez, corrió aterrado solo para llevarse un susto aún mayor al ver una
cabeza que, producto del bombardeo, había terminado rodando y yendo a parar
ante sus pies…
Maltrato infantil y adolescente
El maltrato infantil casi nunca será suficiente en la
creación de un asesino en serie, pero siempre será importante. En su libro
Serial Killers, Joe Norris nos dice que el maltrato infantil genera reacciones
violentas, trastorna el desarrollo psicológico y hasta puede producir lesiones
cerebrales… Al respecto escribe: ‹‹Los padres que abusan de sus hijos, tanto
física como psicológicamente, inculcan en ellos una confianza casi instintiva
en la violencia como primer recurso ante cualquier desafío.››. apacidad empática.
Según criminólogos del F.B.I., cuando un niño sufre maltrato
infantil, ve menoscabada su capacidad de empatía, no desarrolla su capacidad de
confianza, seguridad y autonomía, experimenta un daño en su facultad para
vincularse a otras personas, y se llena de fantasías de dominación, violencia y
control.
Los psicólogos dicen que, cuando hay maltrato infantil por
parte de uno o ambos progenitores, el maltratado sufre un menoscabo en su
capacidad para confiar en el otro en general, pudiendo así refugiarse en el
aislamiento y en fantasías violentas. Por ello en el libro Homicidio sexual:
patrones y motivos, Robert Ressler y dos autores más afirman que, cuando un
niño sufre maltrato infantil, ve menoscabada su capacidad de empatía, no
desarrolla su capacidad de confianza, seguridad y autonomía, experimenta un
daño en su facultad para vincularse a otras personas, y se llena de fantasías
de dominación, violencia y control.
Naturalmente el hogar es la fuente más usual de maltrato
infantil y adolescente, pero no la única. Están también las instituciones
educativas, los orfanatos y los reformatorios, entre otras.
Ejemplos de asesinos que han sufrido maltrato infantil y/o
adolescente son:
Carl Panzram: A Carl lo golpeaban sus hermanos mayores
cuando era niño, y ya más grande, recibió numerosas palizas estando en el
reformatorio.
Albert Fish: Este anciano torturó a varios niños y niñas,
era un verdadero sádico, y también un gran masoquista (se clavaba agujas, se
quemaba algodones en el ano, etc…). Ahora y si uno se pregunta de dónde le
nacieron esas oscuras tendencias, Albert responde que de sus experiencias en un
orfanato de Washington D.C., en el cual vio abusos y maltratos tan terribles
que terminaron haciéndolo amar su propio sufrimiento, y el ajeno,
particularmente el de seres inocentes como eran los niños del orfanato…
Relación con los padres
Generalmente es la madre la figura que más peso tiene en la
construcción del asesino serial, en parte porque, en las biografías de los
asesinos, es muy frecuente la figura del padre que se ausentó tempranamente
(cuando el asesino era niño) o que nunca estuvo. Esta madre suele ser
dominante, estricta, cruel, maltratadora; distante e indiferente; incestuosa,
promiscua o sexualmente perturbadora y provocadora; de moral religiosa y
represiva, o de un libertinaje amoral; alcohólica y drogadicta; etc. Mientras
tanto, cuando el padre está presente y es fuente de daño y trastorno, lo es casi
siempre bajo la figura del padre autoritario, violento, sádicamente
disciplinario, y usualmente machista y alcohólico.
Los padres son claves
en la construcción moral, social y emocional del sujeto, en su encaminamiento a
la legalidad o la ilegalidad.
Es así que las biografías de asesinos están
llenas de madres y padres ausentes o perniciosamente deficientes: padres
ausentes, o machistas, bebedores, y violentos, madres prostitutas,
descarriadas, distantes o maltratadoras…
Según los psiquiatras, las siguientes situaciones son de
gran riesgo en tanto potenciales generadoras de un futuro antisocial:
Padre o madre ausente (esto sucede en aproximadamente un 60%
de los casos)
Padre y madre ausentes
Desequilibrio disciplinario: un padre muy severo y una madre
muy permisiva, o un padre muy permisivo y una madre muy severa. Casi siempre
ocurre lo primero, y entonces el niño aprende a manipular (por culpa de la
madre) y desarrolla odio hacia la autoridad en general (por culpa de la
autoridad particular del padre).
Falta de vinculación con el bebé durante los primeros nueve
meses, sobre todo de madre a hijo. Esto es enormemente perjudicial, ya que deja
secuelas a nivel neurológico…
Padres hipócritas que en público manifiestan una imagen de
unión y armonía familiar, pero en privado humillan y menosprecian al hijo.
La madre
Generalmente, en las biografías de los asesinos seriales, la
figura materna (sea madre biológica o madre adoptiva) tiene un mayor peso en la
construcción de la motivación criminal. Puede
aparecer así bajo distintas formas, pudiendo a veces manifestarse varias de
estas formas en una sola madre:
Madre prostituta:
Pedro Alonso López, Henry Lee Lucas.
Madre que engendra
deseo sexual en el hijo: José Antonio Rodríguez Vega, Gary Ridgway.
Madre
sobreprotectora: Harold Shipman, Jesse Pomeroy, Ed Gein, Marta Beck.
Madre dominante y
maltratadora (puede ser maltrato físico o psicológico): Daniel Camargo Barbosa,
Pedro Alonso López, Edmund Kemper, Gary Ridgway, Richard Kuklinski, Ed Gein,
Marta Beck, Albert DeSalvo, Jerome Henry Brudos, Ted Bundy.
Madre que abandona al
hijo o está ausente (pudiendo ser esto por muerte temprana): David Berkowitz,
Gerald Eugene Stano, Ángel Maturino Resendiz, Marcel Petiot, Manuel Delgado
Villegas, Bob Berdella.
Madre con respecto a
la cual el hijo sostiene un vínculo afectivamente dependiente que, al romperse
con la muerte de ésta, impulsa hacia el asesinato al hijo, de alguna u otra
forma: Harold Shipman, Peter Sutcliffe.
Los asesinos seriales
suelen tener pésimos modelos maternos, pero a veces eso llega al extremo y
entonces la relación madre-hijo puede volverse escalofriantemente patológica,
tal y como en el caso de Edmund Kemper, quien, tras irrumpir en la habitación
de su madre y decapitarla, tomó la cabeza de ésta, le lanzó dardos mientras la
insultaba, y finalmente la agarró para hacerse sexo oral…
El padre
Generalmente, en las vidas de los asesinos seriales ocurre
una de estas dos cosas: o bien la figura paterna está marcada por la ausencia,
o bien por una presencia opresiva, autoritaria, rígida, violenta y desprovista
de afecto.
En las biografías de los asesinos seriales son dos los
modelos paternos que más se repiten: el primero es el de la figura paterna marcada por la
ausencia (sea por abandono temprano del hogar, porque nunca estuvo, o porque fue
distante), y el segundo el del padre con presencia opresiva, autoritaria,
rígida, violenta y desprovista de afecto. Del primero tienden a surgir hijos
con falta de límites; y, del segundo, hijos que han aprendido el uso de la
violencia como un recurso efectivo para ejercer control sobre los demás…
En el primer caso, el del padre ausente, nos encontramos con
asesinos que nunca conocieron a su padre (Pedro Alonso López, por ej.), que su
padre abandonó el hogar cuando eran niños o adolescentes, o que su padre se
caracterizó por ser una figura distante y de poca presencia (Yoo Young-Chul).
Para Ronald y Jacqueline Angel, investigadores de la Universidad de Texas, “El
niño que crece sin padre presenta un riesgo mayor de enfermedad mental, de
tener dificultades para controlar sus impulsos, de ser más vulnerable a la
presión de sus pares y de tener problemas con la ley.” Complementariamente, las
interpretaciones de diversos estudios estadísticos muestran (en cifras
aproximadas) que, cuando un chico ha crecido sin padre: es 5 veces más propenso
a cometer suicidio, 32 veces más propenso a huir de casa, 20 veces más propenso
a tener desordenes conductuales, 14 veces más propenso a realizar actos de
precocidad y abuso sexual, 9 veces más propenso a dejar los estudios, 10 veces
más propenso a abusar de drogas y otras sustancias, y 20 veces más propenso a
terminar en prisión…
En el segundo caso, el del padre violento y controlador, las
consecuencias son terriblemente nefastas. Así, el desarrollo social y emocional
se alteran, y el sujeto usualmente se aísla y prácticamente siempre se vuelve
más agresivo, desconfiado y manipulador. De ese modo, el padre autoritario y
violento enseña que la violencia es un recurso idóneo para conseguir lo que se
desea; y, paralelamente, puede engendrar en el hijo un sentimiento de
impotencia que, en los asesinos seriales, ha sido la raíz de esas fantasías de
control-poder que culminan en atroces actos de asesinato y tortura. Además de
eso, a nivel del desarrollo moral la figura del padre autoritario y violento es
contraproducente; ya que, en lugar de conducir a una interiorización de los
códigos morales, conduce a un respeto del mismo en función de la conveniencia,
de modo que el sujeto tiende a frenar sus malas acciones solo para evitar las
consecuencias. Pero lo peor viene cuando el sujeto desarrolla un odio hacia la
autoridad y un rechazo tajante de los códigos sociales-morales que ésta
representa, pues es entonces cuando el comportamiento antisocial puede surgir,
sobre todo si se trata de un psicópata, ya que éste carece de los niveles de
miedo que una persona normal tiene con respecto a las posibles consecuencias
negativas de sus actos. Parte de lo anterior deja entrever el hecho de que, un
padre violento y controlador, casi siempre origina un hijo manipulador y
mentiroso; puesto que, además de aprender a controlar mediante la violencia, el
hijo aprende a evitarse problemas mintiendo, ya que la mentira le fue útil para
evitar ser castigado y así, en un futuro, podrá usarla no solo para evitarse
males sino para conseguir la confianza y la aprobación de los demás fingiendo
ser algo que no es, tal y como hicieron John Wayne Gacy y el llamado “Candy
Man”… Finalmente, cabe mencionar que entre todas esas secuelas nocivas la peor
es el odio, ya que éste refuerza la tendencia del individuo a justificar las
malas acciones que comete inspirado en su odio; y es que, como escribió el
psicólogo Alejandro Londoño Valencia: ‹‹Quien odia, se considera a sí mismo
como una víctima de otro sujeto que es considerado como la encarnación misma
del demonio y, por ende, encuentra la justificación perfecta para mantener el
odio y para emplear la agresión como mecanismo para defenderse de quien origina
sus desgracias.››. Visto a la luz de esa cita el problema parecería no ser tan
grave, pero el odio suele desplazarse hacia otros individuos que, de un modo
abstracto o imaginario, se asocian a quien originalmente lo motivó o, peor aún,
simplemente ofrecen la posibilidad de desahogarlo…
Muchos asesinos tuvieron padres brutales. Por ejemplo,
DeSalvo tenía un padre que traía prostitutas a casa y que golpeaba brutalmente
a él y a su madre, llegándole a romper dedo por dedo a ella, y llegándole a
causar a él un daño permanente tras darle con un tubo metálico en la espalda…
Los ejemplos de asesinos seriales con padres violentos y
controladores son muchos, y entre esos están John Gacy (John Wayne Gacy) y
Albert DeSalvo. El primero tenía un padre que, entre otras cosas, le decía
frecuentemente “marica” y “fracasado”, que golpeaba a su madre, bebía en exceso
y hasta llegó a matarle de un tiro a su perrito solo para castigarlo. Por su
parte, DeSalvo tenía un padre que traía prostitutas a casa y que golpeaba
brutalmente a él y a su madre, llegándole a romper dedo por dedo a ella, y
llegándole a causar a él un daño permanente tras darle con un tubo metálico en
la espalda…
La adopción
La adopción representa necesariamente la ausencia de los
padres biológicos, pero no la ausencia de una figura materna y de una figura
paterna en tanto personajes del desarrollo psicológico caracterizados no por un
vínculo genético sino por un tipo de vínculo relacional asociado a un rol
particular. Pese a eso, la adopción puede generar crisis de identidad que, si
bien casi nunca desempeñan un papel crucial en la motivación del asesino, en
ciertos casos sí lo pueden hacer, tal y como pasó con David Berkowitz y Ted
Bundy. En el caso del primero, Berkowitz era un individuo que había sufrido el
rechazo social, sobre todo el de las mujeres… Así, cuando a sus 14 años perdió
(porque murió) a su madre adoptiva, el resentimiento que tenía hacia su madre
biológica creció, ya que ésta lo había rechazado y dado en adopción; y esto,
como es de esperarse, se tradujo en un aumento de aquella misoginia que latía
en el interior de sus crímenes (él mataba a parejas que estaban juntas en sus
autos, como si envidiase al hombre y odiase a la mujer). En cuanto a Ted Bundy,
vemos que éste, tras enterarse a los 13 años de que era adoptado, comenzó a
sufrir un trastorno en su desarrollo emocional; y esto, desde luego, fue
fundamental en su encaminamiento hacia el crimen.
.
El rechazo
El rechazo ha jugado un rol importante en la vida de casi
todo asesino serial; venga éste de los padres, de los pares de la institución
educativa, del sexo contrario, etc.
La experiencia de ser rechazado (por los padres, los
compañeros de escuela, las chicas, etc) ha jugado un rol importante en la vida
de casi todo asesino serial. Estudios científicos señalan que los chicos que
sufren rechazo social tienden a ser más agresivos, menos sociables, más
impulsivos y ansiosos. Pero lo peor viene cuando surge el odio, tal y como le
sucedió a Henry Lee Lucas, a Edmund Kemper y a otros.
En el imaginario social tiene bastante presencia la imagen
del rechazado como un individuo de baja autoestima y poca predisposición a la
violencia: pero la realidad, en lo que respecta al segundo punto, puede ser
totalmente diferente. Así, la psicóloga Karen Bierman de la Universidad de
Pensilvania, señala que los chicos que sufren rechazo muestran uno o más de
estos patrones de conducta:
Bajos niveles de comportamientos prosociales, como turnarse
o compartir.
Elevados niveles de comportamientos agresivos o disruptivos.
Elevados niveles de comportamientos desatentos, inmaduros, o
impulsivos.
Elevados niveles de ansiedad social.
Y es que el rechazo no solo puede ser interiorizado y
manifestado en forma de auto-rechazo, sino que puede volverse contra su fuente,
intensificado y amenazador en su nuevo ropaje: el odio. Lo dicho se vio en el
asesino serial Henry Lee Lucas, a quien rechazaban y ridiculizaban por su ojo
de cristal, pero eso, según confesó el propio Henry, acabó por hacerlo odiar a
todo el mundo… Otro caso, relacionado con el rechazo sufrido por parte del sexo
opuesto, es el de Ed Kemper, asesino que mataba a chicas de la clase media y
media-alta. Según Ed Kemper, con esto pretendía “golpear a la burguesía”, pero
además la ira contra las chicas de la alta sociedad (y hasta cierto punto
contra las mujeres en general) estaba detrás de eso, puesto que, en sus visitas
a la universidad, Kemper era ignorado e incluso una vez le dijeron que esas
chicas eran “demasiado” para él, lo cual naturalmente lastimó su orgullo y,
años después, le hizo confesar lo siguiente con respecto a la importancia que
tenía en sus crímenes el rechazo que él sentía por parte de las mujeres:
“Cuando estaban vivas, las sabía distantes, sin ninguna comunicación conmigo, y
yo intentaba establecer una relación” Y es que, y esto hay que recordarlo,
Kemper sentía placer sexual al decapitar a sus víctimas femeninas y mirar sus
cabezas como “trofeos”.
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La tríada fatídica
Por último, tenemos que los siguientes son tres signos de
alarma que, de darse en un individuo determinado, manifiestan una elevada
probabilidad de que se transforme en asesino serial.
Hay tres conductas que, de darse en un individuo
determinado, manifiestan una considerable probabilidad de que se transforme en
asesino serial: la piromania, la incontinencia urinaria y la crueldad con los
animales. La primera se asocia a la búsqueda de una sensación de poder derivada
del deseo de destrucción, la segunda a la tensión emocional, y la tecera es
realmente siniestra; pues, según dicen los científicos, el torturar a cualquier
ser vivo atrofia las redes neuronales asociadas a la capacidad de sentir
empatía, cosa esta que, en último término, equivale a un proceso de
deshumanización…
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Crueldad con los animales
“La crueldad hacia los animales no es una válvula de escape
inofensiva en un individuo sano…es una señal de alarma”, dijo una vez Allen
Brantley, agente especial del FBI. Y es que el torturar animales no es solo un
medio para desfogar la agresividad sino una escuela de crueldad e incluso, tal
y como lo mostró Yoo Young Chul matando perros como preparación psicológica a
los asesinatos que luego cometería, es una actividad ideal para acostumbrarse a
la muerte y el dolor ajenos.
Según estudios, casi todos los chicos que maltratan animales
han sido víctimas de maltrato físico y/o psicológico, generalmente por parte de
uno o ambos progenitores, y frecuentemente también por parte de sus pares, ya
sea a través del bullying o la simple marginación y rechazo social. Esto es
importante porque permite entender el carácter éticamente escalofriante que
subyace al fin último de la tortura ejercida sobre animales. Pero para
comprender eso hay que tener presente lo que se ha hallado en estudios científicos: así, en su libro The science of
evil, Simon Baron Cohen escribe que: ‹‹Cuando tratamos de explicar los actos de
la crueldad humana, no hay ningún valor científico en el término “malo” pero sí
hay valor científico en el uso del término “erosión de la empatía”. La
afirmación clave en mi libro es que, cuando la gente comete actos de crueldad,
un circuito específico en el cerebro (“el circuito de empatía”) disminuye. Esto
podría ser temporal (por ejemplo, cuando estamos estresados) o de una forma más
duradera.›› Entonces tenemos que el chico, torturando animales, busca disminuir
su capacidad de empatía —lógicamente, esto puede ser inconsciente y, si es
consciente, no se lo ha de plantear en los términos expuestos—; pero acaso: ¿no
es esa capacidad de empatía lo que lo frena de hacer daño a los demás y de
exteriorizar su agresividad más allá de cierto punto? Lógicamente sí, y
evidentemente esta capacidad empática ya está mermada en el psicópata, pero hay
grados y grados, y la crueldad animal es un mecanismo para menoscabarla aún
más. Ahora: ¿por qué alguien querría disminuir aquello que frena su violencia?,
¿qué conseguiría con no conmoverse ante el dolor ajeno? Conseguiría poder
emplear más a la violencia para controlar a los demás y, en última instancia,
conseguiría una capacidad mucho mayor de conseguir sus fines y deseos a
expensas de un sufrimiento ajeno que, en virtud de la crueldad, ya no solamente
dejará de ser fuente de malestar (como ocurre con la empatía) sino que hasta
podrá constituir una fuente de placer… Llegamos así al lamentable proceso ético
que casi siempre ocurre en el asesino serial que maltrata animales: primero es
una víctima de la maldad y la crueldad de los otros, del mundo; y luego,
fundamentalmente como forma de protección, busca extinguir su propia bondad
para así adoptar una crueldad y una maldad superior a la de sus victimarios, y
suficiente para dejar el sufrimiento propio de la víctima, y pasar a la
complacencia perversa del victimario incapacitado para la “debilidad” de la
compasión, e hiper capacitado para la supervivencia egoísta y destructiva en un
mundo que se percibe como hostil y enemigo.
Lejos de pertenecer a la especulación, la explicación
anterior es ilustrada en los resultados compendiados de varias investigaciones
criminológicas efectuadas en U.S.A. En efecto, los datos muestran que la
tortura de animales tiene elevados porcentajes de presencia en diversas
categorías criminales, aumentándose a medida que se aumenta la crueldad
inherente al tipo de crimen: acosadores sexuales (36%), acosadores sexuales
encarcelados (46%), violadores convictos (48%) y asesinos adultos (58%).
Piromanía
En los asesinos seriales, la práctica de la piromanía
aparece generalmente en la niñez y muestra esencialmente la búsqueda de un
sentimiento de poder originado en la satisfacción del afán de destruir. Pero la
realidad psicológica de la piromanía es aún más profunda y guarda concordancia
con la realidad que suelen vivir quienes se transforman en asesinos seriales.
Así, el pirómano es generalmente un joven lleno de frustraciones, problemas y
desajustes emocionales, rabia acumulada, y usualmente tedio, vacío existencial,
sentimientos de impotencia y deseos de protagonismo. Aunque también hay casos
en que la piromanía comporta un aspecto sexual, y en ese caso evidenciaría una
sexualidad sádica, y quizá algo de pirofilia. Ejemplo de esto último lo vemos
en el asesino norteamericano Ottis Toole, quien incendiaba casas abandonadas y luego
se masturbaba contemplándolas arder…
Incontinencia urinaria
Estudios criminológicos muestran que aproximadamente el 60%
de los asesinos seriales se orinan en la cama siendo ya adolescentes. Esto
suele estar asociado al estrés emocional que origina un entorno familiar y
social inadecuado y lleno de conflictividad, tal y como el que les toca vivir a
los asesinos seriales durante su infancia y adolescencia.
Fuentes:
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